Francesc Borrell hablará en el Congrés Ibamfic de cómo afrontar el error clínico

Entrevistamos al doctor Francesc Borrell i Carrió, referente en Humanidades Médicas y comunicación en el ámbito de la asistencia sanitaria, quien el jueves 30 de mayo estará en el Congreso de la Ibamfic para ofrecer una charla sobre cómo afrontar los errores clínicos.


Esta entrevista se hizo unos días antes del congreso nacional de la SemFYC en Málaga, justo antes de recoger él allí el premio a la trayectoria profesional Segovia de Arana. Francesc Borrell ha desarrollado su trayectoria clínica como médico de familia en el EAP Gavarra (Cornellà), del Institut Català de la Salut (ICS), es profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona y miembro investigador del Grupo de Estudios Humanísticos sobre Ciencia y Tecnología. Dirige la revista «Folia Humanística (open Access)» y el blog «Humanidades Médicas y Filosofía de la Medicina», ha escrito varias obras de referencia sobre la entrevista clínica y es fundador del grupo de Comunicación y Salud de la SemFYC. Hace unos meses fue galardonado con el EACH Teaching Award, de la Asociación Europea de Comunicación y Salud. Entre las membresías destacadas de Francesc Borrell destaca su presencia en el Comité de Bioética de Cataluña, y ha sido codirector del programa de seguridad clínica Prefaseg del ICS.

Por Sonia Marquès Camps

Su charla se basa en una amplia experiencia, trabajo y análisis del error clínico desde distintos ámbitos.
Hablaré de seguridad clínica, poniendo el énfasis en el sistema organizativo y partiendo de la base de que el error es humano y que siempre se vive con incertidumbre. La primera parte de mi intervención será el enfoque sistémico o enfoque de sistema: estamos en un contexto en el cual la tecnología es una herramienta que tiene que adaptarse a las características humanas. Para procesar los datos del paciente, el médico de familia dispone de distintas ayudas. Lo son los algoritmos informáticos y tiene que serlo también una organización de trabajo que favorezca la reflexión y que ésta se haga de forma adecuada. El error no siempre puede verificarse y a veces ni siquiera puede detectarse. Por ello, matizamos que el error atribuido (el que paciente o familiar nos atribuye) es distinto del error real. Los errores reales muchas veces pasan desapercibidos por los pacientes, e incluso por los profesionales. En todo caso, los errores han estado y estarán siempre en la atención sanitaria.

El profesional de la salud tiene que incorporar que trabaja en un sistema de alta complejidad y establecer estrategias acordes para protegerse de los errores que se pueden producir. Pongamos por caso un paciente que toma 15 fármacos. Es imposible para la mente humana captar la complejidad de tantos principios farmacológicos y cómo actúan entre ellos. Desde mi experiencia, hablaré del programa de seguridad clínica Prefaseg, del Institut Català de la Salut. Este tipo de programas ofrecen esta información al profesional de una forma asequible, precisamente, para que pueda procesarla de manera ergonómica. Descargar al profesional de estos aspectos periféricos, como lo es detectar interacciones medicamentosas y, también, en función de parámetros biológicos, renales o hepáticos, permite centrarse en aspectos cruciales y en otras aportaciones de valor para la vida del paciente. Es una lástima que este tipo de programas, que funcionan en determinadas comunidades autónomas, no puedan trasladarse al conjunto de España. Son recursos que tienen que actualizarse permanentemente; hay toda una serie de gente que trabaja continuamente en tablas de contingencia, y eso significa mucho trabajo y mucho dinero. Mancomunar esfuerzos supondría una optimización de los recursos para toda la Atención Primaria.

¿Cómo hay que afrontar estas situaciones emocionalmente?
La reacción emocional que desencadena un error profesional es enorme. Por esto, la segunda parte de mi intervención estará centrada en cómo afrontamos el error clínico. Requiere de muchas competencias vinculadas a la comunicación. El posicionamiento interno, para empezar, es muy importante, porque si el profesional tiene tendencia a sentirse culpable sin darse la oportunidad de analizar bien el problema y de forma serena, para saber qué ocurrió, podía haber hecho y qué no, el error tiene un impacto muy negativo. Por consiguiente tiene que saber reaccionar emocionalmente con coraje y desplegando toda una serie de técnicas, que también analizaremos en la charla.

¿El afrontamiento del error clínico tiene el espacio que se merece en la facultad?
Hay facultades que le dan mucha importancia y otras, en cambio, poca. Pero se ha avanzado en este aspecto gracias a un trabajo coordinado entre profesores y al intento de que la comunicación sea una materia transversal que aparezca en distintas asignaturas. En general, hay una consciencia de que en el graduado de ciencias de la salud tienes que salir con un background suficiente de comunicación y entendiendo la importancia que esta tiene. Se puede ser un buen clínico, pero si la comunicación falla, todo falla. Porque el profesional de la salud tiene que dar ante todo confianza, que se consigue con una buena comunicación, y este es uno de los valores centrales de la práctica clínica.

¿De dónde le viene el interés por este binomio entre humanidades y comunicación?
Las biografías personales son siempre importantes cuando eliges un tema de trabajo. Me licencié en el 78, por tanto, estamos hablando de 41 años, donde siempre ha estado -en mi caso- presente el interés social dentro de la Medicina de Familia. Al finaliza los estudios, empecé a trabajar en barrios desfavorecidos, como La Mina, en Barcelona. Aquí me di cuenta de que la comunicación era importantísima: para entender qué le pasaba al paciente, para saber cómo explicarle las cosas o para hacer un correcto seguimiento. A partir de entonces, entré en contacto con otros profesionales con esta misma inquietud y creamos el grupo de Comunicación y Salud a nivel estatal. La comunicación es un valor muy presente en toda la Medicina de Familia y se ha generalizado a otras especialidades propias de la Atención Primaria, como también a nivel hospitalario. En cuidados paliativos y en pediatría, por ejemplo, también hay esta sensibilidad. Desde la Medicina de Familia hemos sido capaces de estructurar toda una serie de campos dentro del mundo de la comunicación, como es la entrevista clínica, la entrevista motivacional, la entrevista de integración… Y estas estructuras han tenido éxito y se han ido aplicando a otras disciplinas.

¿Cuál es su visión del estado actual de la Medicina de Familia y Comunitaria?
Es la interfase o la bisagra entre la comunidad y la comunidad científica; aplicamos todo lo bueno que ésta es capaz de producir con evidencia científica.
Por otro lado, creo que nuestra especialidad siempre ha estado y siempre estará en crisis, y que esta es consustancial a la Medicina de Familia. Primero, porque el Sistema Nacional de Salud tiene que atender demandas para las cuales siempre tendrá un presupuesto escaso. Por tanto, siempre estará la lucha para que se amplíe, para que las necesidades de la población queden cubiertas. Esta crisis consustancial también ocurre porque las otras especialidades médicas toman terreno a la Medicina de Familia, y viceversa. El uso de la ecografía en Atención Primaria significa un gran paso, una revolución. Será el fonendoscopio del siglo XXI; los médicos lo llevaremos en el bolsillo, como si fuera un smartphone, y será de gran ayuda para el diagnóstico en la atención domiciliaria. Quita terreno a otras especialidades, como en su día lo hizo el control de la coagulación, (Sintrom y similares) desde Atención Primaria, que era competencia de hematólogos. La bajada de la tecnología a primera línea, a la Atención Primaria, siempre creará fallas en la arquitectura sanitaria. Por eso, conviene potenciar el valor más sólido de la Medicina de Familia, que es la confianza con el paciente, a quien debemos orientar en tantos aspectos… De la misma forma, el Médico de Familia tiene que saber aprovechar todo el conocimiento del especialista. Tiene que ser, en definitiva, el director de orquesta de toda una serie de recursos, que se ponen en marcha en función de las necesidades. Si se tiene esta visión y se sabe dar esta confianza a la población, por mucho que vengan los algoritmos, la medicina del futuro o las inteligencias artificiales (capaces de hacer por sí solas medio diagnóstico), hay Medicina de Familia para rato.

Francesc Borrell recogió en el Congreso de la SemFYC celebrado en Málaga el premio a su trayectoria.