El uso de antibióticos, principalmente en urgencias y hospitales y en menor medida de Atención Primaria, en el contexto de la Covid-19, puede redibujar el mapa de las resistencias microbianas.
Hoy se celebra el Día Europeo para la Toma de Conciencia en el Uso de los Antibióticos, y comienza la Semana Mundial del Uso Prudente de la OMS (World Antimicrobial Awareness Week 2020) que se organiza anualmente para impulsar la toma de conciencia de la pandemia antibiótica que hace décadas que acecha a toda la humanidad. Se da la circunstancias de que en el actual contexto de pandemia global los datos tanto en España como a nivel mundial apuntan a que, “aunque las coinfecciones y sobreinfecciones bacterianas asociadas a Covid-19 son poco frecuentes, por la existencia de dificultades para diagnosticar la sobreinfección bacteriana y la necesidad de no aumentar el daño de la pandemia sobre el paciente, se está tendiendo a iniciar la antibioterapia para el tratamiento de neumonía asociada a la SARS-CoV2 y de forma preventiva para evitar la sobreinfección bacteriana”, según señala el Grupo de Trabajo en Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC).
Ante un escenario con tasas muy altas de consumo de antibióticos y de resistencias desde hace años en España, la pandemia actual de Covid-19 agrava esta situación pues está aumentando la prescripción de antibióticos, principalmente en el ámbito hospitalario (urgencias e ingresos), para tratar al enfermo con cuadro de Covid-19 más grave: más del 70 % de los pacientes ingresados con Covid-19, reciben tratamiento antibiótico. Estos antibióticos utilizados son además de amplio espectro, principalmente fluoroquinolonas y cefalosporinas de tercera generación, por lo que aumenta el riesgo de resistencias de los patógenos responsables de las infecciones más graves como los gram-negativos.
En el ámbito de Atención Primaria, también se ha producido un aumento del consumo de antibióticos como Azitromicina que se recomendaba en los protocolos usados durante la primera oleada pandémica, para tratar a los casos menos graves, asociada a hidroxicloroquina. También se ha incrementado el consumo de cefalosporinas orales como la cefixima.
Sin embargo, desde el Grupo de Trabajo en Enfermedades Infecciosas de la semFYC se recomienda que antes de utilizar la antibioterapia cabe realizar un diagnóstico de sospecha de la presencia de sobreinfección bacteriana en afectados por Covid-19. Éste se debe basar en la evolución clínica, epidemiología local, datos de susceptibilidad combinados con resultados obtenidos de las pruebas de imagen (radiología de tórax), biomarcadores analíticos y de las pruebas microbiológicas en los caso en que sea posible realizarlas. Además, considera que la antibioterapia empírica podría estar indicada en pacientes con compromiso respiratorio grave y/o enfermedad crítica o en cuadros de neumonía grave en pacientes con inmunosupresión grave. En todo los casos debería realizarse una reevaluación periódica para considerar la necesidad o no de mantener la antibioterapia.
Cuando se crea necesario usar antibioterapia para tratar la sobreinfección, es imprescindible seguir las pautas de las guías locales y/o nacionales de tratamiento de la neumonía, evitando siempre que sea posible quinolonas y macrólidos por los efectos secundarios y el impacto negativo sobre las resistencias.
Más antibióticos, peores sistemas inmunitarios
Sin todavía estudios que relacionen una mayor mortalidad por Covid-19 con un historial nacional de mala prescripción de antibióticos, se sabe que “la exposición excesiva y a lo largo del tiempo a los antibióticos hace que los sistemas inmunitarios se hallen en peores condiciones de enfrentarse a un virus nuevo para el que no se tiene defensas, por lo que un mayor número de complicaciones en pacientes expuestos a un consumo prolongado de antibióticos son previsibles”, señala el Grupo de Trabajo en Enfermedades Infecciosas de la semFYC. En los grupos de avanzada edad, y en lugares como en las residencias, se sabe que el consumo de antibióticos es elevado, por lo que se está valorando incluir dicho consumo como un factor de riesgo añadido ante las complicaciones derivadas del SARS-CoV-2 en este grupo de edad.
La pandemia mundial de Covid-19 ha provocado que personas con dolencias respiratorias estén siendo tratadas con antibióticos en todo el mundo, sin que ello tenga ningún efecto sobre la mejoría de su salud ni, por supuesto, sobre la eliminación del virus.
Las resistencia microbianas no retroceden
El mal uso de los antibióticos está provocando consecuencias devastadoras, hasta el punto de que la resistencia bacteriana ya es considerada como el mayor desafío sanitario de la humanidad. La OMS lleva años advirtiendo en ese sentido, y la pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 no ha hecho cambiar su posición. Los científicos de la Organización Mundial de la Salud van incluso más allá e insisten en que las resistencias bacterianas “están poniendo en riesgo los principales logros de la medicina moderna”.
Según la OMS, en Europa mueren 25.000 personas al año como consecuencia directa del mal uso de los antibióticos, una cifra que asciende a las 30.000 víctimas mortales en los Estados Unidos. El aumento de la mortalidad derivada de la resistencia de los microorganismos está alcanzando niveles alarmantes en muchas otras partes del mundo, alimentada, entre otras circunstancias, por su uso masivo en animales y por la industrialización de los procesos de producción cárnica.
A nivel europeo también se están encendiendo las alarmas: El European Center of Disease Control (ECDC) indica que “en los últimos años, un número creciente de microorganismos peligrosos para la salud humana han comenzado a hacerse resistentes a las medicinas desarrolladas para combatirlos” y que en algunos casos “se ha visto que estos patógenos han desarrollado tal multirresistencia que se han convertido en gravísimas amenazas llamadas superbacterias”.
La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria apuesta por las estrategia médicos-paciente
Poner en marcha estrategias y formaciones en comunicación con el fin de habilitar a los profesionales asistenciales del primer nivel asistencial y convertirlos en embajadores de “una prescripción responsable” es uno de los objetivos que la semFYC ha marcado para este 2020. Se quiere que dichas estrategias, enfocadas de forma bidireccional desde la perspectiva del profesional sanitario y del paciente, tengan un efecto duradero y posean la capacidad de cambiar el paradigma socio-cultural del consumo de antibióticos.
Para ello, la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria está poniendo en marcha diversas iniciativos que se darán a conocer en los próximos meses para hacer de la Atención Primaria y la de Medicina de Familia y Comunitaria un primer dique de contención ante el abuso y “automatismo antibiótico” al que muchos profesionales acaban recurriendo, sea por falta de tiempo y recursos, o por desconocimiento.