Societat Balear de Medicina Familiar i Comunitària
Médicos de Familia, especialistas en ilusión, serenidad, templanza y sosiego
En contra de la creciente tendencia a la subespecialización y la excesiva fragmentación del conocimiento médico, el autor, expresidente de Semfyc y de la Camfyc, cree que la Medicina de Familia encarna valores clave como el sosiego, la ilusión y la atención integral al paciente, e insta a sus colegas a perseverar en ello, pese al maltrato oficial a la especialidad.(vía Diario Médico)
Albert Planes. Médico de Familia
Mayo de 2051. La flamante nueva ministra de Medicalización (antiguo Ministerio de Sanidad) está a punto de tomar una decisión histórica. España va a seguir batiendo récords en número de especialidades; seguirá a la cabeza del universo no sólo en ese aspecto sino que, además, va a ser pionera en la creación de una nueva especialidad, por primera vez en todo el mundo civilizado (y medicalizado). La ministra está a punto de firmar el real decreto por el que se crea el título de especialista en Serenidad y Sosiego. Todo un hito histórico.
Desaparecida, años ha, la especialidad en Medicina Familiar y Comunitaria, así como otras minucias generalistas como Medicina Interna, los ciudadanos navegan, con rapidez, por el sistema sanitario orientados por su intuición y el buen saber de los especialistas en Urgencias, a quienes consultan inmediatamente ante cualquier duda. “Mire, hoy se cayeron mis últimos cabellos”. “Necesito su ayuda para esa angustia que me acaece desde que mi familiar murió (en Urgencias, claro está)”. “Ya no puedo soportar más este dolor en la raíz de los brazos”. “Mi esposa ya no tolera más mis ronquidos”…
Los demás ‘subespecialistas’ tienen un mayor prestigio social, se sienten más importantes. Incluso los ministros, consejeros y otros ‘cachivaches’ les tienen por más importantes
La técnica médica ha avanzado como nunca lo había hecho y ha conseguido que todos los ciudadanos tomen, sin dilación, el medicamento más adecuado para su malestar. La rapidez, la inmediatez, la prisa, apremian en el sistema sanitario moderno. La inmediatez y la medicalización aumentaron de forma imparable, pero, curiosamente, ninguno de nuestros indicadores de salud mejoró en las últimas décadas, o lo hizo de forma tan imperceptible que los ciudadanos ni se dieron cuenta.
Se mantuvo e incrementó aquella paradoja en salud, enunciada el siglo pasado: cada vez gastamos más en salud, la sociedad cada vez está más sana (mejores indicadores, esperanza de vida) y se siente más enferma.
Los principales actores médicos del país están algo confusos ante la decisión de la ministra. ¿Para qué un especialista en Serenidad y Sosiego? Les tranquiliza (¿sosiega?) saber que están previstas tan sólo unas decenas de plazas dentro del ya anticuado sistema MIR. Plazas que, además, formarán parte del tronco “generalista”, que lideran los urgenciólogos generales.
Pese a decirlo, las autoridades no han entendido la importancia de mi trabajo, y necesitan crear más y más especialidades, aunque sean absurdas e incluso peligroso para la salud de los ciudadanos
Parece ser que la ministra quedó gratamente sorprendida de la situación de un país vecino (¿Grecia, Malta…?) donde nunca crearon tantas especialidades y donde ya hace décadas que decidieron cerrar los servicios de Urgencias. Parece que la gente enferma menos: el autocuidado sin angustias, las medidas de prevención efectivas, las medidas sociales y las atenciones sanitarias programadas y basadas en evidencias evitan la necesidad de consultar con inmediatez, con prisa, con urgencia.
Las personas viven tranquilas, serenas, sabiamente sosegadas: aprendieron hace tiempo que “la prisa es mala consejera”. En ese cercano país cada médico de cabecera está entrenado para atender las demandas inmediatas de la población, para orientarlas, resolverlas en muchos casos o consultar en ocasiones con un buen servicio secundario. En ese cercano país sobran los “intermediarios”: predominan los excelentes generalistas y los buenos especialistas (no muchos, por cierto, polivalentes en general). En ese mediterráneo país el sistema sanitario público es uno de los más eficientes y con mayor grado de satisfacción de todo el planeta: no sólo viven y mueren sanos, sino que también se sienten sanos.
Valores en la consulta Pasaron décadas desde que se creó la especialidad de Urgencias y Emergencias. La siguieron algunas más: urgencias graves, urgencias leves, urgencias técnicamente no urgentes, etc. Sin olvidar algunas otras: especialista en atención aplazable, especialista en atención menos aplazable pero no urgente, especialista en explicar al ciudadano que su angustia no es urgente, especialista en atención lenta o en atención en la incertidumbre… Lejos quedaron los cantos de sirena de quienes avisaban sobre los peligros de una excesiva plétora de especialidades médicas o sobre la necesidad de ajustar las plazas de formación especializada y de promover una mayor polivalencia de nuestros médicos.
Ahora todo parece cambiar (¿o no?). La flamante ministra de Medicalización va a dar un paso histórico con la creación de la nueva especialidad en Serenidad y Sosiego. Es una especialidad de nuevo cuño, llamada a rellenar ese hueco del sistema sanitario, ese hiato de ciudadanos (pocos ciertamente, pero muy reivindicativos) que no entienden las ventajas de la inmediatez, del apremio, de la solución rápida; esos ciudadanos que parecen desear una vida más plácida, moderada; capaces incluso de aceptar la muerte como un proceso vital natural, que no es necesario dilatar eternamente.
¡Una nueva especialidad! ¡Uf, menuda pesadilla! Parece casi real. Quién sabe. Bueno, toca volver a levantarse, desayunar, ir a la consulta. Hoy, en 2011, seguiré atendiendo a los ciudadanos que lo precisen, sea urgente o no. Los atenderé como siempre, procurando entender qué necesitan, procurando resolverlo o, cuando menos, ayudarles. Con proximidad, con intuición, con ciencia, con interés por toda su persona, con serenidad (procurando no angustiarles aún más: ¡bastante tienen con sus problemas!). Lo haré, además, sin renunciar a mis valores profesionales: dedicación, respeto, proximidad, lealtad, prudencia, equidad, honradez. Y lo haré con empatía, con satisfacción, con el inmenso placer que supone ayudar a las personas.
Mi mayor recompensa sigue siendo la mirada agradecida del paciente, su saludo, su sonrisa…
He aprendido que no puedo esperar mucho más (¡y no es poco!). Ni de otros médicos, ni de la mayoría de gestores, ni de los políticos: siempre estarán más preocupados por lo urgente, por aquello que aparentemente no puede esperar, lo que sale en los periódicos. Seguiré disfrutando de tener la suerte de ejercer como MÉDICO (así, con mayúsculas), sin necesidad de especializarme en un trocito de la persona o en un área de trabajo. Sé que los demás “subespecialistas” tienen aparentemente un mayor prestigio social, se sienten más importantes. Incluso los ministros, consejeros y otros cachivaches les tienen por más importantes. Yo, especialista simplemente en personas, mantendré mi prestigio a la cabecera del paciente: nadie me robará, si yo no lo permito, ese privilegio.
Actuar contracorriente Y seguiré ejerciendo mi profesión, tozudamente, con templanza, sin prisas, enseñando a los ciudadanos que “hacer más y más rápido” a menudo es “más peor”.
Les seguiré transmitiendo que la vida es maravillosa, pese a todo, y que vale la pena vivirla, sin urgencias, disfrutando de cada instante, saboreándolo, con sosiego, pensando bien las cosas, meditándolas, valorándolas con cuidado antes de decidir.
Sé que lo haré, a menudo, contracorriente, en contra de las ideas sociales interesadamente promovidas, en contra de la opinión de otros médicos o incluso en contra de las autoridades sanitarias que, pese a decirlo, aún no han entendido la importancia de mi trabajo, y precisan crear más y más subespecialidades, aunque sean absurdas, aunque sea incluso peligroso para la salud de los ciudadanos.
Y seguiré enseñando esta preciosa profesión a quienes lo deseen, aunque no sean tantos como necesitamos. Cuidaré especialmente de transmitirles el gusto por ejercerla.Y no acabarán conmigo, con nosotros, porque nuestros valores son muy profundos, nuestra misión es demasiado importante y nuestra convicción, especialmente intensa.
Y seguiremos. Con ilusión, perseverancia, serenidad y sosiego.